Una entrevista que le realicé a la reconocida escritora y crítica uruguaya Helena Corbellini sobre el legado de Onetti, con especial atención a su obra maestra El pozo (1939), con motivo de la traducción al griego de dicha obra realizada por mí y de su publicación por primera vez en Grecia (Ediciones Magma, 2024). Apareció en el volumen XV, número 1, titulado «Representaciones de la resistencia en la literatura y el cine», de la revista académica Polifonía de la Austin Peay State University (AP), Clarksville, Tennessee, el 24.12.2025. Una versión inicial de la entrevista en griego había aparecido ya en el periódico griego ΕφΣυν (https://katoptron.blog/2024/08/08/%cf%83%cf%85%ce%bd%ce%ad%ce%bd%cf%84%ce%b5%cf%85%ce%be%ce%b7-%ce%b7-%ce%bf%cf%85%cf%81%ce%bf%cf%85%ce%b3%ce%bf%cf%85%ce%b1%ce%bd%ce%ae-%cf%83%cf%85%ce%b3%ce%b3%cf%81%ce%b1%cf%86%ce%ad%ce%b1%cf%82/).
La entrevista entera aparece en el enlace:


E.M. Estimada Sra. Corbellini. ¡Es un gusto tener esta conversación con usted!
Usted es una estudiosa de la obra de Onetti, y a la vez una autora. ¿Querría
usted hablarnos primero sobre su propia carrera en la literatura, sus obras,
sus temas predilectos?
H.C. Mis dos primeras novelas fueron breves y narré historias que partían de
experiencias autobiográficas: Laura Sparsi y La novia secreta del Corto
Maltés. Luego me volqué a la novela histórica, con una reconstrucción
biográfica del cuentista Horacio Quiroga desde la perspectiva de su segunda
mujer. A esta novela le siguió otra donde narro la primera llegada al Río de la
Plata de Giuseppe Garibaldi. En la novela siguiente narré un femicidio y en la
última un conflicto familiar. En todos estos casos he vuelto a trabajar desde la
experiencia autobiográfica. Me interesan los conflictos en el presente o en el
pasado vividos desde la perspectiva de las mujeres. Mi escenario ha sido
siempre rioplatense.
E.M. Este es el año del trigésimo aniversario de la muerte de Onetti, el gran escritor
uruguayo. En este contexto, aquí en Grecia acaba de publicarse una de sus obras
maestras, El Pozo, traducida por un servidor. ¿Qué significa el nombre Onetti para
las letras uruguayas; cómo se enmarca en el panorama literario del Uruguay; y cuál
es su lugar dentro de la literatura latinoamericana y universal?
H.C. Celebro que hayas traducido El Pozo al griego, una lengua que para nosotros
representa la cuna de la cultura occidental. Seguro que Onetti se alegra,
dondequiera que esté, en el cielo de los escritores, supongo. Onetti es uno de
los grandes autores de la literatura universal y uno de los mayores en la
lengua española. Tal vez el más importante si pensamos en su manejo de la
lengua y esto lo hizo merecedor del Premio Cervantes 1980. Es un escritor que
hace poesía a la par que narra. Eso le da opacidad a su escritura y ciertos grados de hermetismo que solo los lectores más ávidos pueden desentrañar.
En el año 2009 en la cima del teatro Solís un letrero luminoso decía: Onetti es
Montevideo. Fue el escritor que escenificó la ciudad aún travestida y
distanciada por el nombre Santa María.
E.M. El mundo literario de Onetti – y de El Pozo más específicamente – refleja un
hermetismo asfixiante, una angustia existencial profunda, una enajenación del
hombre moderno de su alrededor, una solitud infinita. He leído una entrevista de
Onetti en la que él revelaba que su infancia fue feliz. ¿Cómo cree usted que de una
infancia así de feliz pasó él a ese mundo oscuro, angustiado, y de extrema
enajenación?
H.C. Supongo que un niño feliz puede no estar cómodo en el mundo de los adultos.
Ser escritor y no tener dinero ni provenir de una familia de intelectuales que
diera crédito a su tarea tiene que haber sido muy duro. Sin embargo, a los 30
años ya estaba publicando El Pozo y ya era secretario de redacción del
semanario Marcha, una publicación que fue la referencia de la izquierda
cultural. Claro que en 1939 tener esa edad significa ser un adulto pleno, como
cumplir 40 significa ingresar a la vejez como lo Onetti lo muestra en el cuento
“Bienvenido, Bob”.

E.M. Veamos un poco el contexto político y social de la época en la que aparece El Pozo:
en Uruguay, después del batllismo, – un sistema político y social que hoy en día
podríamos llamar socialdemócrata, – pasamos en la década de los treinta al régimen
dictatorial y fascista de Terra. Internacionalmente, todo se precipita hacia el
fascismo y la Segunda Guerra Mundial. ¿Podrían esos factores haber influido en ese
pesimismo que recorre El Pozo o cree usted que más tenía que ver con la
idiosincrasia del propio Onetti?
H.C. Yo no lo traté personalmente como para conocer su carácter por mí misma,
pero sí es evidente que era un hombre introvertido, poco expresivo y de
aparente trato áspero, aunque tierno en su fuero íntimo. El pesimismo de
Onetti es el pesimismo del mundo.
E.M. Ya he mencionado la palabra ‘existencial.’ El Pozo se ha caracterizado como la
primera novela latinoamericana existencialista, bien antes de que apareciera la
Náusea del propio Sartre; ni hablar de otros escritores latinoamericanos a los que también se les ha clasificado de existencialistas como Ernesto Sábato y su El Túnel. ¿Habría venido Onetti en contacto con el entonces incipiente movimiento del
Existencialismo europeo? ¿O con otros escritores latinoamericanos como Sábato?

H.C. No había un intelectual que no hubiese leído a Sartre o a Camus en aquel
entonces. Ignoro si leyó a Sábato solo es famoso el incordio que Borges le
profesaba. A Onetti le gustaba hablar de su amor por Faulkner.
E.M. Pero tengo la sensación de que en El Pozo se detecten también influencias de
movimientos filosóficos aún más radicales: como por ejemplo el nihilista,
representado por filósofos más o menos coetáneos de Onetti como el rumano Emil
Cioran. ¿Cree usted que esas tendencias nihilistas existen en Onetti?
H.C. Sí que es nihilista, todos los conflictos de sus personajes son resueltos por la
muerte. O la muerte es el atributo que los inviste, como en Para una tumba sin
nombre (considero que es su mejor novela). Las mujeres están locas porque
han perdido al hombre que amaban, ser la viuda o la “novia robada” es su
sino. Los hombres sufren porque esperan la muerte propia o la muerte de sus
proyectos, como le ocurre a Larsen “Juntacadáveres”. Es nihilista pero hay
humor, ya que los grandes proyectos son cosas como tener el mejor prostíbulo
de la región.

E.M. ¿Podría considerarse Onetti un profeta? En el sentido de que en su obra plasmó la
condición trágica del ser humano moderno que de repente se vio obligado a vivir en
las grandes metrópolis de la sociedad industrial o posindustrial, inmerso en la
enajenación, el aislamiento, el impasse existencial más absolutos?
H.C. Nunca lo vi de este modo. A su tiempo le sucedió la posmodernidad que todo lo
banaliza.
E.M. Escribí un texto acompañante para la edición griega, donde me atrevo a clasificar la
literatura de Onetti dentro de una corriente de la literatura latinoamericana que se
podría denominar como literatura del desencanto. Mientras la literatura de los
grandes escritores del boom se impregnó de una visión de América Latina más
positiva, esperanzada y humanista, en la obra de Onetti observamos una condición
humana deshumanizada y una América Latina claramente más deprimente, que no
deja lugar a esperanzas falsas. Onetti emerge como el desmitificador de todos los
mitos que conformaron la imagen de la América Latina (y la humanidad) del siglo
XX.
H.C. Me encanta la lucidez de tu categorización: literatura del desencanto. Juan
Rulfo cabría aquí.

E.M.Pero a la vez, alguien tiene la sensación de que un humanismo leve, oculto, emana de
El Pozo. En realidad, el héroe de El Pozo Eladio Linacero se ha convertido en un
cínico, un pesimista, y hasta un misántropo justamente a causa de las condiciones
concretas en las que se encuentra él y el ser humano moderno. ¿Era Onetti de
verdad un pesimista, un cínico por nacimiento o así lo hicieron las condiciones
específicas de la época y la región?
H.C. Tal vez un cínico de la escuela de Diógenes, no en el sentido vulgar del
término. De un modo corriente y comprensible para todo público, la tarea de
mostrar el desencanto también la hizo Mario Benedetti. Creo que es una
condición uruguaya y no personal. De un pequeño país que se soñó a sí mismo
como una república democrática ejemplar y fracasó en la pobreza, la
corrupción y el narcotráfico.

E.M. La política es parte fundamental de la historia contemporánea de América Latina y
de Uruguay. Si no me equivoco, políticamente Onetti se inclinaba hacia el centroizquierda,
a menos que fuera completamente indiferente hacia la política. Para él, lo
más importante era la literatura. Fuera como fuese, Onetti se vio involucrado
involuntariamente cuando fue detenido durante la dictadura por haber otorgado el
primer premio de un concurso literario a la novela El guardaespaldas de Nelson
Marra. Aquel hecho debió de ser muy traumático para él y lo obligó a exiliarse de
Uruguay. ¿Se agota la postura de Onetti frente a la política y la situación del Uruguay
de entonces en aquel acontecimiento aislado?
H.C. Sospecho que sí. Haber votado para ganador ese cuento no fue una decisión
literaria sino política, impropia de un hombre que se declaraba batllista
acérrimo y nunca militó en la izquierda.
E.M. A propósito, coméntenos un poco la época oscura de la sangrienta dictadura del
Uruguay.
H.C. Es imposible hablar un poco de la oscuridad. En general, una prefiere callarse.
Un 20 por ciento de la población fue detenida durante ese período, hubo
doscientas personas asesinadas y casi la misma cifra de detenidos-desaparecidos.
E.M. Si Onetti no podía canalizar su disgusto desbordante acerca de la condición del ser
humano y la sociedad hacia vías de evasión tradicionales – la política, la religión, la
mujer, las grandes ideas y palabras del siglo XX – ¿podría decirse entonces que la
literatura fue para él la evasión por excelencia? ¿Y también el sueño, el tabaco y el
alcohol?
H.C. Él dijo que la literatura era su vicio, su pasión o su desgracia. Tal vez si se
evadía del mundo externo se encontraba a sí mismo escribiendo. El tabaco y el
consumo de whisky acompañan sus entrevistas, sin embargo vivió lúcido
hasta los 85 años, a veces pienso que a él le gustó mitificar de ese modo:
recibir a los periodistas en la cama, bebiendo y fumando.
E.M. ¿Qué papel jugaron las mujeres en la vida y obra de Onetti? Teniendo en cuenta que
en El Pozo es fácil discernir algunos tonos que bien podrían caracterizarse
misóginos.
H.C. Sí que hay misoginia. Y cuando hay comprensión como en El infierno tan
temido, el hombre es visto como un Pigmalión de su esposa, quien la inicia en
las artes amatorias. Siempre hay un culpable en Onetti. Los personajes luchan
con sus culpas. En la vida real tuvo cuatro esposas, a veces pienso si habrá que
casarse cuatro veces para ser un gran escritor. Creo que él ansiaba la
compañía femenina pero no permitía que le quitasen su tiempo. Las parejas y
la familia llevan mucho tiempo. He ahí una contradicción.
E.M. Aquí en Grecia sabemos algunas cosas sobre la historia política reciente de Uruguay,
sobre todo el horror de la dictadura, y la resistencia de los Tupamaros. También,
algunos conocen la llegada del Frente Amplio al poder en épocas recientes y las
presidencias de Tabaré Vázquez y Pepe Mujica. ¿Cuál es el legado que ha dejado el
proyecto de la izquierda en Uruguay? ¿Adónde se encuentra el Uruguay de hoy?
H.C. Circula un gran error sobre la historia del Uruguay, que paso a aclarar: de
ninguna manera los Tupamaros fueron la resistencia a la dictadura. Muy por
el contrario fueron un movimiento de guerrilla urbana cuando estábamos en
democracia. Buscaban imitar el modelo cubano y fracasaron. Todos ya
estaban presos cuando se produjo el golpe de Estado. La resistencia la hicimos
los ciudadanos que luchamos ocultos por la reconstrucción de gremios y
sindicatos, por la recuperación de las libertades, por el retorno de los
exiliados, por la liberación de los presos políticos. Teníamos militancia clandestina, y cuando nos sentimos más fuertes, nos lanzamos a
manifestarnos en las calles.
Desde hace cinco años yo no vivo en mi país, sino en España. Y no quiero
volver, no veo esperanzas en un contexto latinoamericano donde gobierna el
narcotráfico. Creo que las últimas esperanzas las tuvimos bajo los gobiernos
del Frente Amplio, con un gran ministro de Economía que fue Danilo Astori
que nos ha puesto a salvo de las devaluaciones hasta hoy, aunque ya esté
muerto.

E.M. Usted ha escrito un libro sobre Horacio Quiroga y ha estado a cargo del Archivo
Mario Levrero de la Universidad de la República Uruguaya. ¿Qué otro escritor
uruguayo cree usted que el lector griego debería leer sin falta? ¿Quién o quiénes son
sus favoritos?

H.C. Leer a Mario Levrero es bueno para el alma. Y divertido. Después, es cuestión
de preferencias. Más me interesaría conocer escritores griegos.

E.M. Usted es una amante de Grecia y su cultura. ¿Cuáles son las razones de ello y cuál es
su relación con la Grecia de hoy?
H.C. He estado dos veces y siempre persiguiendo los mitos que mi padre me
contaba y que inundaron mi imaginación de niña. Ya sé que el presente no es
mítico, sino duramente real, pero hay algo de aquella sabiduría que pervive
en la dignidad de la gente y en la atmósfera de ciertos sitios, como Delfos.
E.M. ¡Muchísimas gracias por la muy interesante conversación!
H.C. Gracias a ti.
E.M. ¡Ha sido un enorme placer hablar con usted!
Notas:
1. E.M: Eleftherios Makedonas.
2. H.C.: Helena Corbellini.